Dinastía by Eileen Lottman

Dinastía by Eileen Lottman

autor:Eileen Lottman [Lottman, Eileen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1983-04-23T00:00:00+00:00


VI

EN el viaje de vuelta desde la mansión Carrington, Matthew estuvo más silencioso que de costumbre. Por el contrario, Claudia se mostró efervescente. Había sido una velada maravillosa para ella. Le gustaba la nueva Mrs. Carrington, y había disfrutado de las conversaciones, sobre todo con el joven Steven. En el camino hacia casa, intentó transmitir algo de esa efervescencia a su marido.

—¿Tuviste ocasión de hablar con Blake? —preguntó.

—Sí.

—¿Bien? ¿Averiguaste lo que quería de ti y de Walter?

—Jamás fue un misterio, Claudia. Yo lo sabía desde el principio. Él quiere nuestra concesión. Incluso envió a su mujer para ejercer presión.

—Bueno…, no hace falta ponerse tan triste, cariño. No se la diste, ¿verdad?

—Claro que no.

Hubo otra larga pausa.

—Walter pareció disfrutar lo suyo —se aventuró a decir Claudia.

—Así lo creo.

Más silencio.

—Debes de estar cansado —dijo Claudia cuando enfilaron su calle. Y dio un suspiro sin darse cuenta.

—Sí, hasta los huesos —convino Matthew. Frenó en la entrada y paró el motor.

—Bien…, ha sido una velada estupenda —dijo Claudia apeándose. Pero en ese instante él cerró la portezuela por su lado y no la oyó.

Tiene muchas preocupaciones y está fatigado, se dijo cuando se acostó más tarde junto a su marido, pobre Matthew. Sonrió para sí en la oscuridad. Eso era una novedad…, compadecerse de alguien que no fuera la «pobre Claudia». Mientras llegaba lentamente el sueño, pensó en la velada. Steven Carrington la había hecho sentirse muy a gusto…, bonita, joven y, ¿por qué no?, deseable. Él era un muchacho apuesto, cariñoso y sincero.

Durante la cena la había hecho reír. Aún recordaba el diálogo.

—Ese bocadillo que me diste el otro día en la torre fue una combinación exacta de los ingredientes que yo necesitaba. Salami y pan blanco. Un poco proletario, pero me dio el vigor requerido para afrontar a las hordas de Gengis-Kan.

—¿De qué estás hablando, Dios santo? Recuerdo el bocadillo pero, ¿qué sucedió después? —preguntó intrigada.

—Fue el día que conseguí trabajo en la cuadrilla de tu marido —dijo él—. Pero primero tuve que luchar con un tipo. De verdad. Jamás lo hubiera hecho si no hubiese sido por el salami con pan blanco.

—¿Y ganaste?

—No. Perdí la pelea. Pero gané el empleo. Claudia se rió.



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